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Ocho estereotipos que no fallan en las comunidades de propietarios

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A lo largo de su vida, un español tendrá que (o debería) asistir a decenas de juntas de vecinos. Unas veces será para que le pidan una derrama. Otras para acometer obras. Y unas más para cambiar a la junta directiva. Pues bien, en todos los casos, en todas las juntas y en todas las comunidades españolas, siempre sobresalen ciertos personajes singulares. ¿Los reconocen?

El desconfiado. Cuando llega el momento de la votación, siempre vota ‘No’. Da lo mismo si se trata de una rampa para el acceso de los mayores a las escaleras, una derrama o cambiar de socorrista. Esta clase de personajes son desconfiados por naturaleza y son felices fastidiando a los demás. Pero llega un día en que él es ‘el viejito’ que necesita una rampa y entonces… es la venganza de los vecinos.

El paranoico. Este personaje piensa que el vecindario le odia por alguna razón desconocida y siempre sobresale en las juntas increpando a otros vecinos “porque sé lo que andas diciendo por ahí”. Este es el vecino que siempre acaba levantándose de su silla e insultando a otro vecino. Son los que convierten las juntas en acontecimientos desagradables.

La histérica. Tienen la voz muy chillona y solo van a las juntas a esperar la oportunidad para chillar. Sobresale cuando alguien hace una propuesta porque aprovecha el momento para gritar cosas como “¡tú eres un moroso así que mejor cállate!”, “¡pues es hora de que quites el trastero porque no está permitido”, o “¿ah sí? ¿Me lo estás diciendo a mí tú que has robado hasta las antenas de algunos coches?”.

El intrigante. Es el individuo que va repartiendo folletos entre los vecinos para denunciar extraños manejos ‘de la actual junta directiva’ o ‘del administrador’. En el pasado, este personaje fue presidente de la junta y ahora trata de demostrar que él fue el mejor. Enreda una y otra vez con las cuentas, y pone a unos vecinos contra otros.

El oidor. Encarna a la mayoría silenciosa. Son los vecinos que van, escuchan, votan y luego se retiran a sus casas moviendo la cabeza de un lado para otro y diciéndose en voz baja: “Dios mío, qué pandilla”.

El presidente sin carácter. Muchas veces, se postula para presidente una persona que en su vida no ha sido ni jefe, ni jefecillo, ni jefazo. Entonces encuentra la oportunidad de su vida, en el puesto de presidente (¡por fin!), pero no tiene carácter para controlar en una junta de vecinos al conspirador, a la histérica, al paranoico, al desconfiado…

El moroso. No solo jamás ha pagado la contribución de la comunidad de vecinos, sino que se presenta en las juntas con toda su cara para exigir mejores servicios, echar a los porteros, decir que el socorrista se la pasa todo el día ligando con las chicas, o que la calefacción no funciona.

El administrador ‘sospechoso’. Nadie se fía de cómo lleva las cuentas. Todos creen que mete mano en las caja. Y cada vez que se celebra una junta, siempre hay alguien que quiere cambiar al administrador de fincas porque es ‘sospechoso’. Y el administrador, que se sabe profesional, escucha callado todos los improperios porque ya ha estado en muchas juntas y sabe perfectamente cómo son todos estos ‘personajes’.

 

Fuente: idealista